La contaminación atmosférica es la presencia en el aire de sustancias gaseosas, líquidas o sólidas, perjudiciales para las personas, el resto de los seres vivos y el entorno |
La presencia en el aire de radiaciones (como la radiación α o los rayos ultravioleta), ruidos (contaminación acústica), etc., también suele considerarse contaminación atmosférica.
Las sustancias contaminantes
Las sustancias contaminantes pueden tener un origen natural, como las erupciones volcánicas, o un origen artificial, debido a la actividad humana.
Así, la quema de combustibles fósiles en las centrales termoeléctricas, en todos los vehículos de motor, en las industrias y en las calefacciones domésticas arroja a la atmósfera gases contaminantes: dióxido de azufre (SO2), óxidos de nitrógeno (NO2 y otros), monóxido de carbono (CO), ozono troposférico (O3), etc.
Los efectos que producen estas sustancias son:
Los principales efectos de la contaminación atmosférica son la lluvia ácida y el deterioro de la capa de ozono, así como daños para la salud. |
La lluvia ácida
Los óxidos de azufre reaccionan con vapor de agua en las capas altas de la atmósfera y producen ácido sulfúrico (H2SO4); de igual forma, los óxidos de nitrógeno producen ácido nítrico (HNO3). Estos ácidos mezclados con el vapor de agua precipitan en forma de lluvia.
Deterioro de la capa de ozono
El ozono (O3) de las estratosfera absorbe el 90% de la radiación ultravioleta que llega a la Tierra procedente del sol y protege a los seres vivos de sus efectos perjudiciales.
Los gases CFC (clorofluorocarbonos), empleados en aerosoles y en circuitos de refrigeración, reaccionan con el ozono y destruyen su molécula. La disminución de la capa de ozono origina un aumento de la radiación ultravioleta nociva que llega a la superficie terrestre.
En los Polos, esta disminución de la concentración de ozono se incrementa cada primavera por motivos meteorológicos, creando los denominados “agujeros de ozono”.