MEZCLAS Y DISOLUCIONES

La leche es un líquido blanco poco llamativo, pero en su interior, miniaturizado a una escala muy pequeña, podría verse un paisaje marino viviente y encantado

Lo primero que se advierte a esta escala es que la leche no es blanca. Ni siquiera lechosa. Lo primero que se aprecia es un gran volumen de agua clara como el cristal (la leche es agua en un 88%). Es algo desconcertante. En el agua resplandecen sartas de piedrecitas iridiscentes que corresponde a los minerales que contiene la leche- calcio, magnesio y otros más-, tan sólidos que casi nada sería capaz de romperlo. Las vitaminas de la leche pueden verse brillar como piedrecillas aún más finas -quizá como un conjunto de pequeñísimos peces tropicales- que no están tan sólidamente construidas. Si la luz del sol penetrara hasta estas profundidades, quedarían reducidas a trozos, como bajo la acción de un rayo láser. Por este motivo no se debe exponer la leche a una luz directa durante demasiado tiempo.

Bastante más grande, flotando en la leche como un cofre que hubiese naufragado, se puede ver un recipiente hueco en forma de caja, lleno de casina. Esta sustancia si es de un color blanco puro, con unas proporciones adecuadas para reflejar la luz blanca. Asimismo, a través de la tapa translúcida del recipiente pueden verse en su interior cientos de cofres aún más pequeños. Son las proteínas lácteas que fueron depositadas en el momento en que la vaca las produjo.

Los secretos de una casa, David Bodanis



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